¿Qué es la oración?
Recurrimos a una Santa, santa Teresa de Lisieux, para empezar a comprender que es la oración:
“Para mí la oración es un impulso del corazón, una mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.
Orar es responder al amor primero de Dios, quien nos busca desde antes incluso de que hubiéramos nacido. Orar es sentir como Él vuelve a replicar con más amor y con eso poder decir como la otra Santa Teresa (de Jesús) que sólo Dios basta. Es caminar sabiendo que estás con Dios más allá de las tristezas y alegrías de la vida.
Por esto, ¡la oración no es un monólogo! Orar es mucho más que un diálogo entre un Padre y un hijo, es un encuentro con nuestro creador, es salir de nuestra pequeñez para encontrarnos con el sentido de todo. Paradójicamente es reconocernos pequeños sabiendo que hay algo superior a todo lo que conocemos; y a su vez, ver como Él nos hace grande en nuestras debilidades. San Agustín dirá que “la oración es el encuentro entre la sed de Dios y la sed del hombre”.
Pero, ¡atento! Estas definiciones son propias de los Santos o de alguien que ha descubierto en la oración el lugar que impulsa y motiva su vida. Para poder alcanzar este grado de oración o de unión con el Padre es necesaria más y más oración pues no es algo que nosotros consigamos por nuestros méritos sino que es pura gracia de Dios recibida. Por esto, ante aquellos que no son “aficionados” a la oración o que no tienen constancia solo podemos animarles a hacerlo y ya Dios se hará grande en ellos. Recordemos que Dios nos ama con locura pero nos ha hecho libres hasta para responder a este amor y quiere que nuestra vida sea un símbolo de su presencia. Si quieres rezar más, es «sencillo», sé tenaz en tu deseo de responderle y pídeselo a Dios y Él aumentará tu capacidad.
Igual que los verdaderos enamorados se esfuerzan en complacer y responder con más amor el uno y con el otro y evitan perder la comunicación, el que se ha encontrado con el amor de Dios debe también mantener ese contacto con Él y hacer todo lo posible para que ese amor, por nuestra parte, no se marchite.
¿Por qué es tan importante?
Porque nos hace salir del “yo” para encontrarnos con Él y juntos, formar un nosotros. Descubrimos que no todo gira en torno a mí y a la vez lo contrario, que para Alguien lo soy todo. Es el lugar donde encontrar en qué consiste nuestra plena felicidad, nuestra vocación, la forma más importante con la que encontrar la llamada que Dios nos hace en el mundo y de saber cómo puedo utilizarla para servir a los demás. ¿Te va pareciendo más importante la oración? Pues no solo eso, también nos une a otros creyentes que rezan o no a tu lado, que contigo imploran y adoran a Dios. Y más allá, nos unen a los que ya no están con nosotros, a aquellos que a lo largo de la historia han querido seguir y alabar a Dios y por quienes rezamos sabiendo que ellos lo hacen por nosotros. La comunión de los Santos es una gran oración en la que todos estamos unidos y en la que todos tenemos que aportar algo (con cuidado de no “lastrarla” con nuestros errores).
Como consecuencia de esto en cualquier catequesis, grupo de fe o comunidad cristiana que quiera encontrar y conocer a Dios, la oración será vital para una buena evolución de los mismos. Igual que un cristiano no es nada sin la oración (pues no sale de sí mismo para encontrarse con su Padre), tampoco lo serán estos grupos o procesos catecumenales.
La oración no se queda en ese momento sino que debe salir al mundo, y después, del mundo a la oración.
La oración debe hacerse vida, debe tener consecuencias en nuestra rutina. La oración debe convertirse en la llave que, de un chispazo, arranca un motor. Es amor que pasa de prender nuestro corazón a transmitirse a todos los que nos rodean. Sí, la oración no es solo algo de un momento o de un tiempo concreto de nuestro horario sino que se expresa en nuestra actitud y en lo que vivimos, y desde lo que hacemos y sentimos también podemos seguir orando e intentando que todo eso sea para alabar a Dios y disfrutar de su compañía. Orar es el verbo opuesto a huir pues encaramos la vida desde y para Dios, el que ora “pierde” unos minutos para potenciar y triplicar el tiempo que resta.
La espiritualidad del cristiano no puede ser ni una huida de la realidad ni un activismo que sigue cualquier moda. Impregnada por el Espíritu Santo, es una espiritualidad que quiere transformar el mundo.
(San Juan Pablo II)
Con todo esto, varias preguntas:
¿Qué es para ti la oración? ¿Qué puedes hacer para que tenga en tu vida la importancia que se merece?
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