El síndrome de Estocolmo pastoral: me enamoré de aquella catequesis

 ¿Cuántas veces te ha venido a la cabeza una sesión de catequesis que realizaste cuando eras un niño o un adolescente que fue maravillosa? ¿A qué alguna vez has pensado que podrías repetirla con tus actuales catecúmenos? ¡Ojo! Puede que te hayas enamorado de aquello que cautivó tu vida durante un tiempo y debes tener cuidado pues puedes estar sufriendo el síndrome de Estocolmo pastoral y casi con toda seguridad te vayas a estrellar contra una pared.

Es normal recordar con nostalgia y con mucho cariño una sesión que te permitió acercarte más a Dios o a tus hermanos ¿Qué mayor regalo que este en nuestra vida de fe? Pero ten en cuenta que todo lo que rodeó a esa catequesis fue un regalo único e irrepetible. Empezando por ti que lees estas líneas, tu forma de vivir, comprender o asimilar todo, es solamente tuya. De hecho puede que a tus compañeros de aquella catequesis les dijera algo muy distinto e incluso les fuera indiferente. Si lo piensas esa forma de vivir, comprender, sentir… a día de hoy será muy distinta (tanto tuya como de tus hermanos) y… ¡eso espero! Porque de lo contrario puede que nos hayamos estancado en una vivencia puntual de Dios y no en una vivencia cotidiana del Evangelio que transforma nuestras vidas.

Al hilo de esto último, tus compañeros, también ellos fueron únicos e irrepetibles. Tu comodidad o no para compartir con ellos lo era y los gustos y aficiones que teníais eran fundamentales para disfrutar o transcender de forma más fácil.  El grupo siempre tienen un papel fundamental y la fraternidad también es irrepetible.

Partiendo de estas condiciones (que tú eres único, que tus compañeros y catequistas también lo eran y que ocurrió en un tiempo pasado con condiciones exclusivas de ese momento) te resultará más fácil comprender que aquella catequesis fue irrepetible. De nada sirve ser fiel al esquema de antaño de forma milimétrica cuando la realidad con la que te enfrentas es tan distante. ¡Qué si! ¡Que aquella canción era preciosa y su letra imposible de olvidar! Pero hoy quizás suena «ñoña» e incluso hace reír a los jóvenes. ¡Qué si! ¡Qué aquella lectura del Evangelio pudo cambiar tu vida! Pero igual hoy ellos necesiten otra Palabra de Dios…

Que estos recuerdos sean la gasolina para motivarte, para saber que Dios llama de forma concreta y personalizada. Que esa alegría de encontrarte con Dios sea el motor de buscar la manera de que los catecúmenos también se encuentren con Él sin olvidar que tan solo somos guías de este encuentro y que este depende del de arriba y no de formas y maneras de hacer.

Por tanto, más que a esquemas y sesiones pasadas, ve a lo único invariable: el Evangelio, el Amor, el Reino de Dios que empieza en el más pequeño… Llénate de él, no lo simplifiques ni lo reduzcas a cosas «más fáciles» o más «light» y recuerda que «Él lo hace todo nuevo», que existen tantas formas de Encuentro con Dios como personas hay en el mundo. Esto, si lo piensas bien, es simplemente maravilloso.

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