Intentamos ambientar la sala o capilla para hacer más favorable el tiempo de oración y de Encuentro con Dios personal y del resto de hermanos. Para esta oración es necesario una caja (estética) llena de pequeñas piedras, una vela pequeña por persona, una algo más grande y pequeños papeles y algo para escribir. Esta oración o esquema puede hacerse tanto en una catequesis como dentro de una Eucaristía comunitaria o unos ejercicios espirituales
ESQUEMA:
- Introducción y canto
- Lectura del Evangelio
- Explicación de la lectura
- Gesto
- Posible tiempo de adoración / Compartir / Eucaristía
- Canto final
1- Comenzamos la oración invocando al Espíritu Santo, que él que inspiró las Sagradas Escrituras nos ilumine desde ellas en nuestra vida. Para que busquemos siempre la voluntad de Dios y no la nuestra. Para ayudarnos a centrarnos cantamos la canción «El tesoro» cuyo acordes y ritmo puedes encontrar aquí.
2- Anunciamos que vamos a proclamar el Evangelio, para ello debemos estar atentos para que no se nos escape ningún detalle. Se lee lenta pero claramente:
Evangelio según san Lucas (12,32-48):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
3- Breve motivación tras un tiempo de silencio (no es necesario explicar todo, solo unas pequeñas claves):
Tanto al comienzo como al final de este diálogo de Jesús con los discípulos el evangelista nos centra la atención elegantemente de dos formas diferentes en un objetivo claro: el bienaventurado que ha conocido el anuncio del Reino o al Señor del mismo debe estar preparado para servirle de corazón.
Esta preparación no consiste solo en hacer o «llevar», también para Jesús supone dejar atrás y abandonar aquello que no huele a su Evangelio. Jesús, antes de exhortar a estar en vela nos invita a ponerle a él en el centro de nuestro corazón, quiere ser el único tesoro de nuestra vida, el centro de nuestras miradas. Abandonar aquello que nos hace daño a nosotros mismos y a los demás e incluso aquellas motivaciones que por buenas y eclesiales que sean no parten de un encuentro con el resucitado sino de inercias, de tradiciones, de aparentar… Solo así, tendrá sentido y fuerza esa espera posterior en la boda por parte de los criados de las líneas finales. Quien se ha encontrado con el Señor y deja que este sea su tesoro, actúa de corazón en todo momento, ejerce su misión no como suya sino del Maestro, valora lo que realmente le salva y actúa en consecuencia.
Solo así podremos «hacer», podremos llamarnos felices, bienaventurados, en nuestra espera y en nuestra acción por la construcción del Reino. Alegres por construir algo que va más allá de nosotros pero que Dios nos da gratuitamente.
En este hacer, es interesante en este bloque final como se dice la expresión «tened ceñidas las cinturas» algo que los judíos realizaban como símbolo y conmemoración de en la fiesta de la Pascua (junto a los pies calzados y bastón en mano) como anticipo de la inminente acción liberadora de Dios y salida de Egipto. Lo que en aquel momento fue un Ángel enviado por Dios, ahora es el mismo Hijo del hombre el que libera, es el Enmanuel, el Dios con nosotros que nos libera de todo mal e incluso de la muerte. ¿No merece ante esto, pese a nuestras flaquezas y debilidades, estar en vela, construir junto a Él su Reino? ¡Que no haya un momento en que no hagamos vida su Evangelio!
4- Gesto ¿Dónde está nuestro tesoro? ¿Qué ocupa nuestro corazón?
- Queremos que Jesús sea el centro de nuestro corazón y para ello debemos dejar fuera aquello que nos despista de Él. Durante un instante pensamos todos aquello que no nos hace fieles al Evangelio o que no conduce a él. Se invita a hacer el gesto de acercarnos a la caja que previamente se ha preparado y sacar de ella una piedra (puede ser cualquier otra cosa como una bola de papel negra arrugada) que ocupa un espacio negativo en nuestra vida. Jesús no quiere un cachito de nuestra vida, la quiere toda a su servicio y por eso a cada piedra le daremos el nombre de eso que queremos dejar fuera. Se puede invitar a compartirlo con una sola palabra.Mientras que una persona va haciendo el gesto se motiva la importancia de orar por ella, de que se sepa acompañada por la oración del hermano para que lo que es un gesto se haga con el tiempo realidad.
- Ahora haremos el proceso inverso. Escribiremos en un papel una pequeña oración o compromiso para que de verdad Jesús sea nuestro gran tesoro. Se motivará después un tiempo para introducir este papel, doblado, en la caja. Justo encima colocaremos una pequeña vela que encenderemos de otra más grande que hay junto a la caja. Este papel se puede leer o compartir con más detenimiento. Al final, contemplamos como ahora esta iluminada este lugar, como Cristo ilumina nuestras vidas y como con otros, con los hermanos, alumbra todavía más si cabe. Se destaca también lo positivo de tener referentes cerca y ver como Dios alumbra nuestra vida desde el prójimo.
4- Acabamos cantando de nuevo la canción del tesoro.